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Si hacemos el ejercicio de preguntarnos, antes de reaccionar impetuosamente, qué quiere decir el presidente del PNV cuando llama a «arriesgarse» para conseguir «la paz» en este preciso momento -esto es, tras la firma (parcial) del Acuerdo de Gernika por los presos de ETA- no es difícil averiguarlo. No quiere, como los terroristas, una negociación «política» con la banda, que además dejaría fuera al PNV, sino que, mientras se habla con ella de «detalles técnicos» (abandono de las armas, situación de los presos, etc) se ponga en marcha una suerte de «mesa de partidos» para modificar el actual marco jurídico (y constitucional). Lo han venido pidiendo hace tiempo, lo han formulado reiteradamente, así que no hay que llamarse a engaño ni sorprenderse.
Pero ¿qué significa que el ministro de la Presidencia diga que si el PP gana las elecciones del 20-N la «gestión de la paz» sería menos razonable que la que hipotéticamente haría Rubalcaba? La expresión «gestión de la paz», por vaporosa y llamativa, ya necesitaría una explicación, pero las opciones entre gestión razonable y menos razonable es, precisamente en este momento, imprescindible. Para votarles o no.
Vaya por delante que toda la palabrería sobre no convertir la lucha contra el terrorismo, porque imagino que de eso se trata, en materia de confrontación electoral ha terminado y que ahora, según Ramón Jáuregui, se puede y se debe discutir sobre el modo en que se gestiona la paz y lo que hay que hacer para conseguirla. ¿De qué se trata? Debería el ministro en funciones explicar si el candidato ha cambiado de criterio y sigue pensando o no que el Estado debe oponerse, como él impulsó, a la legalización de Bildu. O a la de Sortu, contra la que acaba de reiterar su oposición la Abogacía del Estado y la Fiscalía General del Estado. Debería aclarar, ya que el candidato lo niega, si sabe que un hipotético triunfo de Rubalcaba, significaría modificación de la política penitenciaria, si cree que la negativa a entrar en los contenidos del Acuerdo de Gernika cambiaría por la firma de los presos de ETA o por lo «razonable» que el PSOE quiere ser tras el 20-N, si el tipo de colaboración internacional contra ETA debe ser modulado por un nuevo Gobierno socialista, si piensa que ha sido poco razonable Rajoy apoyando a López contra viento y marea…
¿Qué quiere cambiar ahora Jáuregui? ¿Qué le separa del PP y de los acuerdos suscritos tácita o explícitamente con este partido en estas materias? Convendría explicarlo o aclarar que, sin otro fundamento, es un temor a la influencia futura de eses » sectores ultras» que dice acompañan a Rajoy. Y, en este caso, aclarar quiénes son y que prácticas poco razonables teme. La seriedad del asunto, creo, lo exige. La opinión pública, sigo creyendo, lo necesita.
Es más, si nos hace ese favor explicativo, yo, a cambio, le daré una amplia lista de militantes y dirigentes socialistas que no se separan un ápice de la acreditada posición del PP en esta materia. Puestos a ser razonables conviene saber quienes sostienen una política antiterrorista que no varíe según el resultado electoral y quienes creen que se debe discutir sobre ella y elegir en las urnas la que a cada votante le parezca más conveniente.