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Dicen algunos analistas
de la política alemana que Angela Merkel gobierna “con termostato”, es decir,
que, a pesar de los avatares de la coalición gubernamental y de los fracasos
electorales de su partido, no se le puede negar una cierta habilidad para sostener
públicamente mensajes que, al margen de sus iniciales programas, sabe que calan
en la opinión pública. Lo hizo así, por ejemplo, al proponer la paralización de
la construcción de centrales nucleares que meses antes de había impulsado, al
negarse a la participación de Alemania en la intervención aliada en Libia después
de discursos sobre la responsabilidad internacional de su ejército o en ciertas
actitudes refractarias a un compromiso “europeo” después de una larga tradición
que le ha recordado recientemente hasta su valedor Helmut Kohl.
Con estos antecedentes,
su encendido discurso en defensa del euro, justo después de conocerse la
decisión del Tribunal Constitucional avalando la participación en el rescate de
Grecia, podría entenderse también en que el “termostato” de la opinión pública podría
ir variando desde ahora El cambio de un punto de vista extendido en Alemania no
será, sin duda, fácil. La visión de otros, y en especial algunos países
mediterráneos, como una panda de vagos que se aprovechan de la productividad y
del dinero alemán es una caricatura, pero la impresión de que Europa funcionará
si algunas medidas son comunes y sólo si la participación en su construcción no
implica privilegios es una realidad. El Constitucional alemán cerífica que las
soluciones son europeas y no particulares, y los compromisos de reformas, coincidencia
en las políticas fiscales y estabilidad presupuestaria suponen el
reconocimiento de que se busca precisamente esa Europa y no una garantía de los
más ricos para asegurar a los que, también por decisiones propias, están en
mayores dificultades. Quizá el “termostato” no sea en esta ocasión la
constatación de un estado de opinión dado, pero sí de que es posible.
No debe olvidarse que,
como ha recordado la propia Comisión Europea, la propuesta de bonos europeos
sólo es posible sin esos elementos que se han dado en llamar una “verdadera
gobernanza económica europea”, es decir, una cesión de soberanía en beneficio
de las instituciones europeas, como ha ocurrido en cada paso hacia la construcción
de una verdadera Unión. De otro modo, el remedio se convertiría en un problema
bajo la falsa apariencia de defender el euro y en un problema para los
ciudadanos de los países que, a la postre, prestarían garantías a otros sin el
acuerdo y las obligaciones propias de los garantizados. El trayecto es lento
pero necesario. Y sólo las cesiones de soberanía y los compromisos efectivos
(no se olvide, por ejemplo, que Alemania hizo hace tiempo, y desde su Gobierno
socialdemócrata, las reformas que ahora inician otros) harán posible alcanzar
el objetivo.