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Hay algo curioso en algunos espontáneos que se han convertido, por razones extravagantes, en más defensores de Bildu que incluso la mayoría del nacionalismo vasco. Pueden dolerse o enfadarse o despotricar sobre el resultado de las elecciones cuando no les gustan (unos son estrafalarios valencianos, derecha reaccionaria, etc.) pero en cuanto te lamentas del resultado obtenido por la famosa coalición abertzale te sueltan una retahíla paternal o dogmática sobre la aceptación de la democracia, la sentencia del Tribunal Constitucional o la paz eterna. Sin embargo, yo me lamento.
No voy a discutir la sentencia citada porque ya lo han hecho cinco de los seis magistrados del Constitucional. Si el respeto a sus decisiones implica el de aceptar que se hayan presentado a las elecciones nada tengo que añadir. Pero, para empezar, la controversia existe. Y ahora escucho que, de no haber sido como ha sido, estaríamos ahora ante una revolución –cosa que está de moda- en el País Vasco con un nivel de tensión y algarada impresionantes. Para que se vea quién cumple con las exigencias del Estado de Derecho, los que aceptan la sentencia y su presencia en las urnas e instituciones, y quién, al parecer, sólo lo hace si le conviene.
Escucho también, como si fuese un pretendido argumento llevando las cosas al absurdo, que no se puede afirmar, en las actuales circunstancias, que las casi 300.000 personas que han votado a Bildu sean “pro etarras”. Nunca lo he dicho ni ahora tampoco pero sí creo tener derecho a decir que, siendo algunos claramente partidarios o dependientes de la banda, los demás son electores que no les importa estar en las listas, en las urnas o en las Juntas y ayuntamientos con los pro etarras. Si esa realidad no es para lamentarse…
Si nadie tiene la seguridad de que ETA desaparezca por su propia decisión, nadie hasta el momento ha conseguido (ni EA ni la fantasmagórica Alternatiba) que haya ni la más elemental condena de cincuenta años de violencia ni el más mínimo arrepentimiento del daño causado, más de ochocientos asesinatos incluidos. Si estar con ellos y ver cómo son respaldados por una parte considerable del electorado no es para lamentarse…
No han recorrido, desde luego, el camino de Aralar. Ni en la prontitud del inicio ni en el trayecto hasta el rechazo frontal a la violencia y la petición de disolución de ETA. Tampoco el de un buen número de sus presos que, rebeldes ante la banda, han sido expulsados o se han ido por su propio pie para exigir el fin y pedir perdón a sus víctimas. Los primeros son, para estos exitosos candidatos, más papistas que el Papa. Los segundos, unos traidores. Y si, así, precisamente así, han tenido lo votos que han tenido es para lamentarse.
Y como creo que es lamentable espero que el resto de partidos políticos, en la medida de lo posible, eviten que su presencia en las instituciones lleve aparejada el poder en algunas de ellas. Los desorientados replican, ya lo he leído y escuchado, que algunos, entre los que me cuento, pidieron el pacto entre el PSOE y el PP para desplazar democráticamente del Gobierno vasco al PNV y ahora pedimos el pacto de ambos con el PNV para evitar el poder local o foral de Bildu. Pero por mucho que me esmero no encuentro la contradicción. Lo que quieren los votantes es que gane su partido y, cuando hay que pactar, que el resultado sea, en todo caso, el menos malo. Era desde luego menos malo que Patxi López fuera lehendakari con el apoyo del PP que lo fuese Ibarretxe y es ahora menos malo que los tres partidos citados busquen fórmulas de apoyo mutuo a que gobierne Bildu. Espero que sea así.