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Cuando las cosas pueden empeorar, empeoran y al PSOE le ha tocado enfrentarse a las consecuencias y los retos de la derrota electoral sin candidato y sin ideas claras para reformular por ahora su discurso de cara a las próximas elecciones generales de 2012. En ese ambiente no es de extrañar que todo se convierta en problema: no ya elegir al nuevo líder, optar entre Alfredo Pérez Rubalcaba o Carme Chacón sin mayor entusiasmo por el resultado inmediato, sino el modo de hacerlo. ¿Primarias o congreso? Y otra vez el lío.

Vaya por delante que, para que un partido tenga democrático, no es preciso que se ponga en marcha uno de esos procedimientos. Los dos valen si el partido responde a las exigencias de participación libre, transparencia y toma de decisiones por mayoría. Mezclar la democracia interna con las primarias (o con el congreso) es, simplemente, un subterfugio para defender una de ambas opciones. Esto no quiere decir que, en organizaciones un tanto anquilosadas –que es en lo que se han convertido desgraciadamente los partidos- la elección sea neutra. El aparato tiene más opciones de control en la elección de los compromisarios, lo que parece que favorecería a Alfredo Pérez Rubalcaba, y las primarias ofrecen una participación directa y secreta a todos los afiliados que, en las actuales circunstancias de desolación y enfado, podría venir bien a Carme Chacón si la ministra de Defensa logra presentar un perfil renovador. No tiene que ser fácil para el vicepresidente someterse a discusiones internas con la otra (teórica) aspirante y al examen en las federaciones de una acción de Gobierno en la que los dos han participado pero que se encarna de modo muy especial en el actual ministro del Interior. Todo ello, además, con un horizonte que, pudiendo cambiar, sólo permite por el momento perder por menos diferencia.

El congreso, con limitaciones organizativas que podrían solventarse con buena voluntad, permite, sin embargo, afrontar el gran problema del PSOE que, siendo importante, no es a mi juicio el liderazgo. El desconcierto de los militantes –y de los votantes- está radicado en que la crisis, la tardía y parcial reacción ante la crisis y la fata de modernidad y capacidad de adaptación de la economía española (que era uno de los objetivos del discurso de investidura de Rodríguez Zapatero en ¡2004!) han echado por tierra un proyecto que, en vez de ser adecuado a las circunstancias o modificado) ha sido sustituido por el balbuceo obligado de su contrario. Un congreso, y no unas primarias, sirve para debatir un nuevo proyecto, buscar consensos y formulaciones, elaborar un cuerpo doctrinal para suceder al actual secretario general ya que el suyo, con sus luces y sombras, está agotado. Y sirve también para encarnarlo democráticamente en un nuevo liderazgo.

Le han pedido al presidente (Patxi López con una claridad mayor que otros) ese congreso y Rodríguez Zapatero, como si quisiera demostrar que aún manda, le ha llamado “para explicarle cómo vamos a hacer las cosas”. Quizá, ya que hay que elegir sucesor, no quiera pasar por el examen y la discusión entre quienes piensan que, económicamente, se ha abandonado a la izquierda y entre quienes entienden que, políticamente, se ha olvidado el centro, ya que por ambos lados se han perdido votos. Pero la discusión, esquemática y personalizada, con menos posibilidades de renovación, también estará en las primarias.

Y si éstas son la última herencia, aún en vida (política), del presidente lo más recomendable para el PSOE es repartirla, mal que le pese, cuanto antes.